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El concepto de goce surge articulado con el concepto de pulsión y su satisfacción, siendo el dato radical de la experiencia analítica. El título corresponde al ámbito de la clínica psicoanalítica, aquella que se desenvuelve sobre un campo constituido por el Trieb freudiano, reflejando la cara “oscura”, “misteriosa”, “escondida” de su objeto. (1).

Trieb (pulsión) es el concepto que le da propiedad a la metapsicología, Freud demostró, en Más allá del principio del placer, que lo propio de ella es la consideración económica.

Jouissance (goce) es el término, - producto de la reconceptualización de Jacques Lacan -, que alude al carácter económico de la pulsión, que Freud teorizó en relación a la teoría del funcionamiento del aparato psíquico auxiliado por nociones de la termodinámica y que Lacan va a reformular en relación a la economía política.

La palabra “economía” tiene su origen en el griego – oikonomia - y sus acepciones más importantes son: 1.-Administración de bienes, 2.- distribución de bienes, distribución del tiempo, 3.- reducción de gasto o esfuerzo; 4.- producción, distribución y consumo de las riquezas. La economía política es la disciplina singular que trata de las relaciones sociales de producción y distribución así como de las leyes que las regulan, desde una consideración de la ontología económica (2).

Lacan considera una economía política del goce como la distribución, determinada para cada sujeto, de la forma en que el sistema significante opera sobre el cuerpo.

El concepto asociado directamente al de goce es el de satisfacción pulsional. Goce es el nombre lacaniano de la satisfacción pulsional.

La pulsión pertenece al campo del entrecruzamiento de lo simbólico con lo real, está organizada por los significantes de la demanda inconsciente. El goce es un efecto del significante operando sobre el cuerpo, apresándolo, produciendo una forma de satisfacción que está muy alejada a la satisfacción de la necesidad. Deja al sujeto por fuera del campo de la necesidad. La satisfacción del cuerpo está en relación a un cuerpo modificado sustancialmente por la operación del significante. Ella introduce la dimensión de pérdida, - como corte significante-, de tal modo que la cortadura de lo perdido abre la posibilidad de búsqueda, la búsqueda del deseo. Deseo que en la imposibilidad de realizarse, es decir, de capturar su objeto, arroja al hombre a la repetición, al volver a pedir el objeto. Objeto que es puesto en acto en la construcción de la transferencia. La posición del sujeto como morador del lenguaje lo ordena en la función significante que se puede definir como la función de encuentro-pérdida-reencuentro, pero jamás captura. El deseo no captura su objeto, la repetición no alcanza su meta, la pulsión no logra su descarga y la transferencia solo es un logro mancado (3).

El goce de la pulsión es siempre parcial. La clínica nos muestra la imposibilidad de una satisfacción total de la pulsión, que solo hay un goce no-todo, por lo cual se considera que solo hay pulsión parcial.

En el Seminario VII, La ética del psicoanálisis, se introduce en relación al concepto de goce, el concepto de das Ding –la Cosa-. En este seminario Lacan se refiere a la cuestión de que el inconsciente no tiene estatuto ontológico, no es del orden del ser ni del no ser, sino que tieneestatuto ético: el estatuto del inconsciente se vincula con la forma de satisfacción en el caso de la pulsión y de la realización en el caso del deseo, como tal no implica al ser, pues está caracterizado por la falta de ser. Los conceptos de goce y deseo definen el estatuto ético del inconsciente.

El goce como satisfacción es algo que se produce, es producción, es producto, es producido, y por eso es válido pensarlo en términos de la  economía y sus coordenadas:  ganancia y pérdida de goce.

La producción de goce se debe a la operación del sistema simbólico. El significante produce un efecto particular sobre el cuerpo por el cual “produce satisfacción”. La referencia freudiana es lo denominado “beneficio primario” de placer del proceso inconsciente o proceso primario.

La ganancia de placer que Freud ubica más allá del principio del placer es conceptualizada por Lacan como goce, concepto que enfatiza la operación fundamental de Freud en sus formulaciones metapsicológicas del año 1920.

La ganancia de goce no es principio de placer, es una ganancia que siempre va en contra de la homeostasis del principio del placer. Es una ganancia “extra” que nunca tiene una función homeostática, implica un  “plus de goce” que está en relación a la inexistencia de un goce sexual absoluto.  

Como Freud lo demostrara, no hay relación sexual, la relación es falo-castración, y las modalidades del goce giran a su alrededor. 

 En la economía freudiana se distinguen dos modos de funcionar: energía ligada y energía libre.

En el modelo económico lacaniano, la energía ligada es la que circula por las redes significantes, operando a través de la condensación y el desplazamiento (metáfora y metonimia). Pero, estos mecanismos, que por un lado sirven al metabolismo del goce, por el otro lado, siempre generan un resto de la operación que no es asimilable por las redes significantes, siempre hay algo que se desprende de la articulación metafórica o metonímica, eso es denominado “plus de goce”. O sea, el procesamiento a través del proceso primario deja algo por fuera de la ligadura, algo por fuera del significante y del significado, produciéndose un tipo de satisfacción al margen, una satisfacción particular, que Lacan en Radiofonía denominará “plus de gozar” (4).

Cómo pensar esta producción de ganancia extra o plus?

El primer punto de la economía política planteada por Lacan es la producción de una pérdida –la pérdida del goce complementario-.

Una reinterpretación lacaniana del complejo de castración le permite pensar que el sistema significante introduce una pérdida. El sistema significante introduce una desnaturalización del cuerpo, que ya no será gobernado por las leyes de la naturaleza –llamadas necesidades- sino por las leyes de la cultura, introduciendo una pérdida,  es la pérdida de goce. Hay inexistencia del goce todo. 

Los nuevos términos para pensar la castración están en relación a pensar  la desnaturalización profunda que el significante le causa al sujeto en su relación con su cuerpo –por ej., con su sexualidad-. Freud nos ha mostrado que hay quienes se arreglan con trapos, observación entre otras que lo lleva a poder pensar que el objeto de la pulsión es arbitrario, que no está previamente determinado. Es lo que Lacan representa diciendo: No hay “rapport” sexual - “rapport” tiene dos significaciones: relación y proporción- . O sea, no hay proporcionalidad, no hay goce complementario, no hay goce ideal del complemento armónico, está perdido por estructura.  Estructura subordinada a la función significante, y lo que ésta implica es la introducción de la dimensión de lo perdido. De tal modo introduce esta cortadura que lo perdido es lo que abre la posibilidad de búsqueda,  que en la imposibilidad de realizarse a pleno, es decir, de capturar su objeto, arroja al hombre a la repetición, al volver a pedir por el objeto que no pudo ser hallado. Y este es el movimiento de la pulsación pulsional. Este movimiento de búsqueda es a su vez movimiento de pérdida orientado de tal manera que la búsqueda implica un encuentro fallido, con valor de encuentro y de pérdida, generando la reverberación de la repetición.

No hay objeto armónico pre-establecido que permita a la pulsión alcanzar su meta, pensada ésta como descarga total. Hay la posibilidad del objeto que permite el alcance parcial de la meta: la pulsión es parcial. Por ende, el trabajo de la pulsión en pos de su descarga, siempre genera un remanente, un exceso,  un plus, del cual se goza.

El trabajo de la pulsión genera ganancias y pérdidas, por eso es posible pensar en una contabilidad del goce, cont-a-bilidad (5), conteo dela en tanto valor de goce. Este valor de goce es producido por el significante y está vinculado a la cosa, pero no se puede reabsorber, es decir, es un valor que aparece como resto o precipitado del esfuerzo de trabajo de la producción pulsional. Vale recordar en este momento, parte de la definición freudiana de pulsión como medida de la exigencia de trabajo.

El psicoanálisis ubica el origen de la pérdida de objeto en la ley de prohibición del incesto, que muestra que deseo y ley son dos caras de la misma moneda. Y, en la medida en que el objeto prohibido originariamente para ambos sexos es la madre en su función anaclítica –garantía de satisfacción-, es decir, la madre en tanto función de apoyo de las pulsiones sexuales sobre la necesidad, podemos decir que la pérdida de objeto es la pérdida de un goce originario, en tanto madre originalmente perdida, la pérdida del lugar donde podría situarse un goce originario. Es la pérdida de satisfacción en tanto descarga total, para tornarse satisfacción en tanto “demasiado hacer” y “penar o sufrimiento en demasía”. No olvidemos que eso es lo único que justifica la intervención de un analista (6).

En el punto donde se articula el deseo y la ley (7) se ubica la Cosa, das Ding. La ley del incesto en su valor de prohibición separa al sujeto de ese lugar de un goce pleno, y otorga a este un valor mítico, generando un afecto primordial: el pathos, el sujeto afectado por la pérdida de la Cosa.

Esa cosa –das Ding- se articula en relación al semejante, con ese prójimo que es idéntico y diferente, y sobre el cual Freud señala que se ordena la función del juicio en relación a la experiencia del semejante (Nebenmensch) a través de dos lógicas, que son las que componen la representación cosa:

Primero, das Ding, -su núcleo-  que es una reunión permanente de elementos referidos al encuentro con el semejante. Es de naturaleza ajena, extranjera, inasimilable, es puro vacío y marca, vacío que hace huella, que hace marca. Es anterior al juicio de atribución, pertenece al juicio de existencia con el cual se constituye primariamente la realidad. Conforma un núcleo estable, siempre fuera del sujeto, define el campo de lo más íntimo del sujeto, su existencia, estando afuera, siendo a su vez lo más exterior, y queda fuera del significado. Es lo éxtimo. La relación del sujeto con este éxtimo es patética, en el sentido del pathos. Está en relación a lo que Freud denomina afecto primario respecto de la experiencia de dolor.

Segundo, el predicado de la cosa o los atributos, son significaciones, surge en un segundo tiempo, dejan representaciones primitivas,  ordena el juicio de atribución.

La Cosa que queda afuera de la posibilidad de significación, fuera de la posibilidad de representación, fuera del sujeto, se constituye como el primer exterior, ordena y comanda. Es en ese sentido que das Ding se presenta en el nivel de la experiencia del inconsciente como lo que hace la ley a su funcionamiento, ley absolutamente arbitraria, y constituye uno de los signos donde el sujeto no tiene garantía alguna.

La Cosa no se presta a la atribución del bien  o del mal, pues es anterior a ella. La Cosa implica para cada sujeto un bien, “su bien particular”, un goce que desborda hacia el campo del más allá del principio del placer. Entonces, un bien que resulta muy difícil separar del mal que trae consigo en cuanto tal.

El bien, para cada sujeto, será aquello que le posibilite algún cierto recupero de goce, siendo específico y particular para cada sujeto hablante. Y, esto no circula a nivel de la homeóstasis, no se compra ni se vende, es privado, de cada quien, y no se comparte.

La Cosa, das Ding, es el antecedente del objeto a en Lacan. Nos interesa el objeto a en su vertiente real, sus efectos son: la causación de deseo y la regulación del goce, y estas dos lógicas que representan un valor, construyen la economía subjetiva.

Consideraremos como punto de partida de esta formulación dos momentos de construcción del objeto en Freud: el objeto perdido del Proyecto y el objeto perdido de La negación. Desde ellas podemos inferir que el objeto perdido, incesantemente buscado y nunca hallado, es perdido en el origen. Todo recupero es un simulacro, porque nunca se lo tuvo, fue prohibido en el origen (8).

Destacaremos algunas características del objeto a que nos ayudarán en su comprensión:

  • Es producido por lo simbólico, más no lo puede reabsorber, se le escapa, por eso no entra en el orden del sentido, es sin-sentido.
  • Carece de imagen especular, agujerea la imagen unificada del yo, no forma parte del cuerpo especular.
  • No se puede conocer, no es una experiencia cognitiva, No es figurable, está en disyunción con la imagen, escapa al conocimiento sensible.
  • Muestra la existencia de otro cuerpo, por ello muestra la propia existencia. Pero el cuerpo que muestra no es unidad, sino que es trozo, pedazo de cuerpo, “tripa”.
  • Es condición de asidero, organiza el juicio primordial. Funda el par presencia-ausencia, pues toda presencia o ausencia está referida a él.
  • Se puede deducir lógicamente.

Los valores del objeto a son dos: 1.- como causa de deseo tomando el valor de verdad; 2.- como causa de goce tomando un valor de plus, en tanto intento de recuperación del objeto perdido, es un simulacro, porque solo es posible la recuperación, vía la repetición, a través de la identidad de percepción.

El objeto a está sometido a la lógica del encuentro (Tyché) siendo marca de la pregnancia de una contingencia corporal. El cuerpo erógeno,  es contingente en tanto cuerpo libidinal. Su carácter primordial es que una vez que se instala se transforma en algo que determina al sujeto.

El objeto a real nunca aparece sin su faceta imaginaria ligada al ideal del yo –especular- ni sin su faceta simbólica a través de la metonimia (la parte por el todo).

El objeto a es cuerpo, ese punto del cuerpo al que Lacan califica con un nombre preciso: punto de goce, lugar donde el cuerpo atrapa el goce. Por lo tanto se trata de una relación específica con el cuerpo, pues el goce exige el sustento de la materialidad del cuerpo, que se diferencia de la materialidad de lo simbólico –solidaria de los mecanismos de metáfora y metonimia-,  de lo imaginario –solidario de lo visual  y de la significación- (9)).

El objeto a puede entrar indirectamente en el circuito del intercambio a través de su vinculación con el falo, porque el falo es el organizador de dicha articulación. Pero, el objeto a no circula, pues se ubica en el núcleo más íntimo de lo que Freud denominó autoerotismo. El objeto a resiste al significante.

En la teoría freudiana un término que alude al objeto a es el de “fijación”, esa misteriosa adhesividad de la libido relacionada con ese objeto privilegiado al que el sujeto queda pegado (10). El sujeto queda adherido al goce que ese objeto le puede brindar.

Este objeto se diferencia del sujeto tachado ($). El $ delimita al sujeto del significante, siempre dividido entre el primer significante y el segundo, por la represión primaria, empero el sujeto barrado en su constitución misma deja un resto que le es heterogéneo, es un resto del proceso de constitución del sujeto, que no es simbólico, sino real. Este resto real es el objeto a, resto, desecho. Si se examina la fórmula del fantasma, ella designa la conjunción/disyunción de dos dimensiones diferentes del sujeto, articuladas de manera particular. Esa articulación, en el losange, es el punto donde el fantasma le brinda al sujeto una identidad ilusoria, de ficción. Es por ello que el objeto a se articula con el yo, funcionando como sostén del sujeto, brindando un consuelo en lo relativo a la identidad lograda por el rodeo del semejante. El objeto a le permite, a través de su reencuentro fracasado, articular una identidad de percepción, en donde ilusoriamente o ficcionalmente, se puede construir algo de una identidad en el pathos de la vivencia. La imposibilidad de recuperación de la vivencia primaria de satisfacción instaura una marca de pérdida que deja al sujeto desconsolado, indefenso. Esta pérdida que produce aquello que se ha formulado como herida narcisista, y el objeto a real en su juego, brinda la posibilidad de remendar la identidad, pero como este remiendo es solo eso. Volveremos a esta cuestión desde considerar el lugar del sujeto en relación al deseo del Otro.

El objeto a es un efecto de la articulación significante, se produce como aquello que está en los intervalos que deja la articulación, se aloja en cada hiancia. Lo simbólico lo produce pero no lo puede reabsorber, por eso no entra en el orden del sentido, es sin-sentido. Es aquello del cuerpo del sujeto que nunca llega a ser incluido en la cadena significante, razón por la cual el significante nunca le asegura la identidad al sujeto.

La maquinaria significante parte al cuerpo en pedazos que nunca se totalizan, que nunca hacen una unidad. El significante fragmenta al cuerpo de un modo particular, lo troza posibilitando una erogenización por partes, contrastando por su diferencia con la dialéctica especular que ofrece la posibilidad de unificación.

El objeto a en tanto causa de deseo, y como valor de verdad, está en relación con el deseo del Otro, de lo que el sujeto fue como causa para el deseo del Otro. Ese lugar  se ha conformado por una contingencia, por un valor del acontecimiento, que deviene traumático por ser irrepetible, causando la fijación que lo vuelve necesario. El trauma hace que un acontecimiento contingente se vuelva necesario.

La contingencia central del sujeto es respecto del deseo del Otro que lo acoge o lo rechaza (11). Pero por tratarse de un valor de verdad, no de una verdad absoluta, ello significa que dicho valor no es eterno, sino perecedero. El sujeto puede dejar de ser la causa del deseo del Otro, el Otro lo puede perder. Por ello, el objeto a en tanto goce conlleva una fijación, conducirá una repetición siempre fracasada pero que produce una ganancia: la ilusoria unificación en la identidad. El costo puede ser alto. Un análisis tratará de conmover esta fijación, para que la libido se despegue del objeto al que quedó fijada.

No hay verdad del sexo, porque su única verdad es la castración, no hay relación sexual sino que hay sexualidad. Por tanto, no hay proporción entre los sexos. Por ello es que el objeto a suple a la relación sexual que no hay. Y, viene a suplir, es un suplemento de la diferencia sexual que no existe. Los sujetos no se diferencian por su sexualidad, sino por su a-sexualidad. En relación a esta consideración es que se puede pensar que el sujeto no goza del objeto sino de su posesión, de su propiedad. El valor de goce es sustracción del valor de uso; lo que se pierde como valor de uso se recupera como plus, valor de goce, punto de goce. Como plus que vuelve, como ganancia de goce, es una de los ejes de la compulsión a la repetición, de ese dominio de la repetición.

El sujeto queda preso de cierta contingencia, no sólo porque dicha contingencia es la verdad particular del deseo del Otro, sino además, porque es el punto en que se produce una ganancia de  goce, esa es la función del plus de gozar. El inconsciente es inseparable de ese valor de goce. El objeto a suple al goce todo que no hay, y el inconsciente habla del sexo que no hay, habla de lo que no sabe.

En el Seminario XI Lacan propone a la repetición como la falla como desencuentro de lo real: tyche, que es siempre distyche, o sea, encuentro fallido con lo real o desencuentro con lo real. “Lo real está más allá del automaton, del retorno, del volver de la insistencia de los signos a que nos vemos mandados por el principio del placer. Lo real es eso que yace siempre detrás del automatón”(12).

Lacan define el automaton como funcionamiento automático de la cadena significante sin sujeto que la ordene. Serie en movimiento sin voluntad que decide. El automaton es sin intención y tiene leyes. Se trata de la autonomía de la cadena significante, de su legalidad. Estructura que remite a la sobredeterminación freudiana, que sólo puede ser comprendida en el marco de lo simbólico.

El atuomatón es insistencia significante regida por el principio del placer. Lacan ubica más allá a la tyche, como lo que escapa a la representación, como real imposible de reducirse por la vía significante. Freud le dio el nombre de acontecimiento traumático y Lacan precisa  que el encuentro con lo real se produce a modo de un acontecimiento traumático, cuyas  “características son la fragmentariedad –algo visto, oído o percibido referido por Freud en el Proyecto y en el Manuscrito M (13) -, el carácter aparentemente accidental y la inagotable resignificación –de aquello visto, oído o percibido- que la muestra como inasimilable a la representación” (14), y entonces, siempre tiene una apariencia accidental. De este modo queda planteada la relación entre lo accidental y lo necesario, cuestión esencial a la repetición por lo cual lo accidental traumático se vuelve necesario en un sujeto.

O sea, detrás del automatón de la insistencia significante, eso no asimilable por ella, es un real que hace su aparición a modo de repetición del acontecimiento traumático, siempre como distychia o encuentro fallido. Justamente porque el encuentro es fallido se abre la repetición, en donde la aventura constante de la pulsión será satisfacerse a través del intento de un encuentro fracasado. Así en la repetición lo accidental se vuelve necesario (haciendo a la satisfacción de la pulsión) y por ende, la pulsión adquiere su constancia. Este es el avance de las conceptualizaciones de Lacan en el seminario XVII. (15).

Lacan tematiza “la letra gozada o lalengua”. Este concepto incluye dos elementos: 1.- letra, como soporte material, está hecha de significante, y, 2.-  goce, como lo que cuenta en tanto monto de excitación, afecto o Qn del Proyecto. Es la conjunción entre el significante y el goce. Existe una homología entre S1 y a.

La repetición es repetición del S1, de ese rasgo unario que representa al sujeto y que es también conmemoración de marca de goce. Esa marca no es sin el cuerpo como superficie, lugar de impresión de esa marca. “La repetición es una denotación del rasgo unario, un palote, un elemento de escritura, un rasgo que conmemora una irrupción de goce. Por eso es concebible que el placer sea violado en cuanto a su regla y su principio, por eso cede al displacer” (16). Entonces, es evidente que el S1 tiene dos vertientes: a.- S1 como rasgo unario en función de representación; b- S1 como rasgo uniano, en función de goce, que se conjugan en el concepto de letra gozada. El concepto de lalengua se refiere a una escritura por la cual se junta lo simbólico en tanto letra, a lo real del goce, en tanto que hay un goce singularizado que se fija (1er. tiempo del trauma: fijación), se significa aprés coup (2do. tiempo del trauma) y se lanza a la repetición unida a la pulsión (3er. tiempo del trauma) (17).

Lacan situará al síntoma en relación al S1 en tanto que letra gozada, en tanto escritura salvaje, que repite por fuera de discurso. “Lo que no cesa de escribirse en el síntoma releva de allí” (18). El síntoma repite, y allí la repetición es acéfala, no representa al sujeto. Lo que repite en el síntoma es una letra de la realidad del inconsciente –por lo tanto simbólica- que especifica o singulariza un goce –real (goce irreductible). Por ende, el síntoma es el modo de cada uno de gozar del inconsciente, lo cual implica, la patetización (presentación patética, pathos) del Uno del inconsciente y se goza allí. Este no se dirige a Otro –el síntoma es una modalidad de la escritura sin dirección al Otro”. Así, lo que se repite en el síntoma a través de la letra gozada o lalengua, es la satisfacción sustitutiva de una satisfacción plena que no hay. La “lalengua”  es el material en que la repetición corporal del goce se inscribe y hace suplencia al goce que no hay.  Lacan dirá: “Defino al síntoma como el modo que cada uno tiene de gozar del inconsciente en tanto el inconsciente lo determina” (19).

J. Lacan en la Conferencia en la Universidad de Yale (1975) se refiere a su lectura de los tres ensayos freudianos sobre sexualidad, y dice: “Quiero decir que las así llamadas fases oral, anal, y hasta urinaria, están demasiado profundamente ligadas con la adquisición del lenguaje” (20). “Llamamos lenguaje a aquello que usamos como nuestra lengua materna” (21).  Y explica que es por la madre que el niño recibe la lengua. No la comprende, la manipula, no entiende pero sabe que lo atañe. La madre erogeniza el cuerpo del niño al tiempo que le habla. De este modo debemos considerar cómo el humano es afectado, afligido, traumatizado por el lenguaje. Y, el punto por donde el humano es traumatizado por el lenguaje no está en relación al significado. Sino, en relación a una letra/marca de goce sobre el cuerpo, letra a-semántica que penetra el cuerpo, y otorga efecto de existencia (no de sentido). Escritura a-semántica de impresiones tempranas que no pueden ser tramitadas. Eso agujerea lo simbólico.

“El verdadero núcleo traumático, entonces, no es la seducción, la amenaza de castración, la observación del coito, tampoco la transformación de todo eso en fantasma que es algo posterior en las neurosis. Lo traumático no es el Edipo ni siquiera la castración como función del padre, sino la relación a lalengua” (22).

Desde esta perspectiva resulta interesante volver a pensar al síntoma como un modo inolvidable e irreductible de satisfacción de la pulsión, una conmemoración de goce, un re-encuentro con el misterio del goce. El goce del síntoma es el verdadero partenaire del sujeto

La actividad de la pulsión no está fuera del lenguaje, pero sí fuera de discurso (23), y la justificada intervención del analista referida por Lacan en el Seminario XI, está en relación con la producción de un giro a inconsciente. O sea, una intervención que posibilite el giro de fondos, desde el goce encardado al trabajo del inconsciente, lugar de goce cont-a-bilizable. Es por este motivo, que pienso la transferencia, no como re-edición edipiana aunque esté en relación al par Edipo/castración, sino como lugar posible para una transferencia de goce al trabajo del inconsciente.

Para terminar quiero recordar la alusión a la cara “oscura, misteriosa, escondida” de la pulsión. Esa es la cara de la cual el psicoanalista debe ocuparse en la orientación de la dirección de la cura.

Prof. Dra. Amelia Haydée Imbriano 

Bibliografía

(1) Nota del autor: tomando el término “oscuro” de S. Freud en “Pulsiones y destinos de pulsión” en 1915 y los términos “escondido” y “misterioso” de J. Lacan en  El seminario XI sobre “Los conceptos fundamentales del psicoanálisis de 1964.  

(2) Diccionarios consultados: Diccionario de la lengua española. Real Academia Española. Madrid. 1925, y Diccionario enciclopédico Laurouse. Barcelona, 1998

(3) Ferrater Mora, José. Diccionario de filosofía. Buenos Aires: Sudamericana, 1965

(4) IMBRIANO, Amelia. El sujeto de la clínica. Buenos Aires: Leuka, 1988.

(5) LACAN, Jacques. “Radiofonía” en Psicoanálisis. Radiofonía y Televisión. Madrid: Anagrama, 1975. Pág. 28.

(6) LACAN, Jacques. Ibídem. Pág. 68

(7) LACAN, Jacques. El seminario XI. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós, 1986. 

(8) RABINOVICH, Diana. Curso de Escuela Francesa en Universidad de Buenos Aires. Clase del 21-06-05. Buenos Aires. Argentina. En web cátedra de Escuela Francesa. UBA.

(9) Ibídem.

(10) FREUD, Sigmund. “Análisis terminable e interminable” en Obras Completas. Buenos Aires: Amorrortu, 1980.

(11) RABINOVICH, Diana. Ob. cit.

(12) LACAN, Jacques. El seminario XI.  Ob. cit. Pág. 64

(13) Lo que figura entre guiones es agregado de la autora a la cita de J. Lacan.

(14) LACAN, Jacques. El Seminario XI. Ob. cit. Pág. 64

(15) LACAN, Jacques. El seminario XVII. El reverso del psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós. 1992. Pág. 51

(16) Ibídem, pág. 52

(17) GIUSSANI, Diana. La peste freudiana. Buenos Aires: I-Rojo, 2006

(18)LACAN, Jacques. El seminario XXII. Inédito. Clase del 21-1-75

(19) Ibídem. Clase 18.2-75

(20) LACAN, Jacques. Conferencia en la Universidad de Yale. 25-11-75. En Scilicet Nº 6/7. París. Pág. 38-41

(21) Ibídem.

(22) LACAN, Jacques. Conferencias de Yale University. Ob. cit.

(23) LACAN, Jacques. El seminario XXI Los nombres del padre. Inédito. Clase 12-12-73

Dra. Amelia H. Imbriano

Decana Dpt. Psicologia, Psicologia Social y Psicoanalisis

Directora Maestria en Psicoanalisis.  

Universidad Kennedy

 Pringles 1377 - Buenos Aires - Argentina

www.kennedy.edu.ar

Notes