Amelia H. Imbriano* – Alejandra Loray**– Agostina Ilari Bonfico***
El presente trabajo refleja algunos aspectos centrales de la investigación llevada a cabo en el marco de la Universidad Kennedy, acerca de los procesos de legitimación de lo ilegítimo como generadores anomia y sus consecuencias personalitarias y sociales.
El mundo contemporáneo se caracteriza por una flexibilización de las funciones normativas a través de procesos de legitimación de lo ilegítimo y estados de excepción. Estos procesos producen una crisis de los puntos de referencia que orientan a las personas consideradas individual y colectivamente, siendo posible llegar a la legitimación de modos de industrialización de la muerte, figura máxima de quebranto simbólico. El correlato de esta crisis normativa es el dominio del discurso social por la gestión comercialista en beneficio de convertir al sujeto en “usuario-consumidor".
Como punto de partida se han analizado procesos de legitimación de lo ilegítimo que con su efecto de anomia provoca un déficit en los valores y normas de la sociedad que inciden en las relaciones humanas. Si la constitución subjetiva es “intersubjetiva”, la afectación del marco normativo social, tiene necesariamente consecuencias individuales, sociales y culturales.
Que la subjetividad se constituya y desarrolle en la relación con otros sujetos, no significa una sumatoria e intercambio entre individualidades sino la existencia de un espacio común, marco o estructura en que los hombres y mujeres se mueven y desarrollan en las distintas comunidades y épocas. Es en este sentido que se considera que la sociedad, la cultura y la política son el ámbito de referencia para lo humano, y que es la persona, individual y colectivamente, la referencia desde la cual juzgar si el sistema normativo de un país o de una época, posibilitan una vida acorde con la dignidad humana.
En el derecho, legitimidad y legalidad son términos utilizados, en general, de modo indistinto, definiéndose la legitimidad por la autenticidad o el reconocimiento de algo (objeto, cargo, persona, etc.) que es sancionado como válido o legítimo por la misma ley, lo que lleva a un movimiento circular sin salida.
La psicología, la psicología social y el psicoanálisis, disciplinas desde las que se aborda este trabajo, sin perjuicio de otras que también se ocupan de lo humano, permiten introducir en este impasse la dimensión del hombre, individual o colectivamente, y diferentes planos de análisis (ecotímico, ecoaxial, ecognósico) desde donde examinar y discernir la legitimidad, tanto del derecho positivo como de los usos y costumbres aceptados socialmente, modos en que algo adquiere legitimación formal. Los mismos han permitido la ampliación de derechos y de la participación social y política a lo largo de la historia, pero lo humano no alcanza jamás una forma que garantice, de una vez y para siempre las formas que posibilitan a las personas una vida digna, el obstáculo reaparece.
Aquello que atenta contra las personas y las sociedades se origina en el hombre mismo. Miguel Herrera Figueroa reconoce en el hombre un impulso a considerar su propia forma de vida como la única verdadera, desde donde parte la tentación a imponerla a los demás, lo que se evidencia, como ejemplo máximo, en los regímenes totalitarios, expresión de cómo una concepción del mundo se pudo convertir en un programa ideológico-jurídico, estableciendo un andamiaje jurídico que le diera “legalidad”, sin embargo: ¿podría considerarse legítimo desde una ética que midiera con la vara de la dignidad humana?
Este “impulso” es el núcleo originario de políticas que inexorablemente llevan a la violencia y la destrucción. Es en este lugar, inherente al hombre que podría ubicarse lo que Immanuel Kant designa como el mal radical (1986) y Hannah Arendt retoma para hablar de la banalidad del mal (2000). También en este lugar es posible reconocer el núcleo de goce o maldad fundamental localizadas tanto por Sigmund Freud en El Malestar en la cultura (1992) como por Jacques Lacan, entre otros textos, en el Seminario 7 La Ética del psicoanálisis (1988). Hay algo en el hombre que atenta contra sí mismo y contra los otros.
Pedro David reconoce factores, que pueden considerarse ligados o derivados de este núcleo o impulso, y que se han manifestado en América Latina, a través, por ejemplo, de: La contradicción entre las estructuras jurídicas formales y la realidad social (David, 2005, p.17); la colonización como disgregamiento de lo autóctono; la técnica, los medios de comunicación de masas y el acelerado cambio tecnológico y social que borran las fronteras geográficas y paradójicamente incrementan las fronteras culturales y socioeconómicas; la enorme discrepancia entre los recursos, posibilidades de algunos sectores y el desvalimiento e imposibilidades de otros.
Entre las formas de legitimación de lo ilegitimo, se encuentra también el denominado “estado de excepción”, que es toda forma de gobierno cuyo modo de constitución y/o funcionamiento opera como excepción a las leyes que rigen en una Nación, suspendiéndose, como signo característico, el orden jurídico con el objetivo de lograr mayor libertad en el ejercicio del poder. Giorgio Agamben, en su libro Estado de excepción define como tal (…) ese momento del derecho en el que se suspende el derecho (…) O también, la forma legal de lo que no puede tener forma legal (…) Ese momento en el cual se suspende el orden jurídico, se ha convertido durante el siglo XX en la forma permanente y paradigmática de gobierno”. (2007, p.6).
Los totalitarismos son quizás la forma más evidente en que lo ilegítimo puede transformarse en legítimo y poner en acto el mal radical. Estos sistemas anulan lo que Hannah Arendt considera esencial en la vida política, la pluridimensionalidad del ser humano, siendo en esta pluralidad donde reside su igualdad. El totalitarismo moderno es un modo de dominación nuevo, diferente de las antiguas formas de tiranía y despotismo pues no se limita a destruir las capacidades políticas de los hombres; destruye también los grupos e instituciones que entretejen las relaciones privadas de los hombres, enajenándolos del mundo y de su propio yo. Los hombres se convierten así en "haces de reacción intercambiables", por obra de una dinámica combinación de ideología y terror.[1]
Otra de las variantes de esta degradación de la ley es la anomia definida como la falta de normas o a la incapacidad de la estructura social de proveer a ciertos individuos lo necesario para lograr las metas de la sociedad.
La anomia es, para las ciencias Sociales, un defecto de la sociedad que se evidencia cuando sus instituciones y esquemas no dan a los individuos las herramientas imprescindibles para alcanzar sus objetivos en el seno de su comunidad, permitiendo explicar el motivo de ciertas conductas antisociales.
El aporte de Emile Durkheim en su obra La división del trabajo social de 1893 refiere la imposibilidad de pensar la acción social sin normas, pues sin ellas no pueden existir convenios para la armonía en una sociedad. Sin regulación moral no se puede favorecer la solidaridad social, a la que considera central para responder a los vínculos que unen a los hombres en la sociedad.
También Robert K. Merton, principalmente en su obra Teoría y estructura social, establece que la anomia es sinónimo de falta de leyes y control en una sociedad y su resultado es la insatisfacción por la ausencia de límites en cuanto a lo que se puede desear. Señala que la anomia aparece cuando los objetivos de una cultura y la posibilidad de acceso de algunos grupos a los medios necesarios se encuentran disociados, llegando hasta el quiebre del entramado social. Es necesario que se produzcan normas que determinen los medios que permitan a las gentes acceder a esos fines y que se posibilite el reparto de estos medios.
Por las consideraciones antes referidas es posible sintetizar que la caída de los sistemas y representaciones de autoridad que fue produciéndose en la época contemporánea y más fuertemente a partir del siglo XX, se evidencia en una declinación o degradación de la ley, que la teoría psicoanalítica denomina y articula a la caída del Padre, ley fundante que establece el límite entre lo permitido y lo prohibido. Esta falla tiene como efectos la anomia: por falta, exceso o superposición de leyes u organismos de aplicación, la legitimación de lo ilegítimo y la elevación de la ideología a programa de la cultura con el correlativo rechazo de lo diferente hasta su eliminación, los estados de excepción, que operan por encima del orden legal imperante y que tienen como consecuencias: 1. El desvalimiento del hombre en un ámbito sin marco legal , 2. La anulación de la historia, los valores e ideales que dejan al hombre en un fuera de sentido, como un punto suspendido entre dos nadas, usuario-consumidor-consumido de los objetos que produce el mercado, 3. Los mercados que dominan al poder, para fomentar el consumo de los objetos que se producen, 4. Pérdida de referencias, desvalimiento y degradación subjetiva y colectiva, 5. Destrucción de las capacidades políticas de los hombres, 6. Ruptura del entramado social, 7. Disyunción entre los objetivos de la cultura y la posibilidad de acceso a los mismos, 8. Destrucción de la identidad, la pluralidad y la espontaneidad en las personas y grupos socio-culturales.
Por esto, toda consideración de “validez” o “legitimidad” de un sistema político o social debe tener como brújula y referencia la dignidad del hombre, de los grupos sociales y de las culturas, en su diversidad pluridimensional, y reorientarla hacia allí, una y otra vez. Al mismo tiempo, toda alternativa de solución debe recordar la presencia de este “impulso” inherente a lo humano, mal radical/banal, maldad fundamental o núcleo de goce, que por ser ineliminable no permitirá soluciones definitivas, el “…eterno retorno de lo igual…” (1993, p. 22) al decir de Freud, nunca es exactamente igual, tal como refería Heráclito, no es posible bañarse dos veces en el mismo río. Es entonces, en el relanzamiento de cada nueva búsqueda que se demostrará el poder de los imposibles.
REFERENCIAS
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* Prof. Dra. Decana. Departamento de Psicologia. Universidad Kennedy. Buenos Aires
** Departamento de Psicologia. Universidad Kennedy. Buenos Aires
***Prof. Mg. Secretaria. Departamento de Psicologia. Universidad Kennedy. Buenos Aires
[1] Las negritas, los entrecomillados y los subrayados son nuestros.