“Las únicas parejas normales que conozco es donde hay al menos un psicótico…” Marcel Czermak[1]
Un enunciado tan esclarecedor nos permite partir de una premisa bastante compartida en los desarrollos planteados a la luz del psicoanálisis, la de que no hay cupla que no sea patológica, salvo en la psicosis.
A esto podemos agregar tal como Freud lo pensaba desde sus primeros escritos sobre la vida conyugal[2] que el matrimonio es patógeno en sí mismo, ya que “la desilusión anímica y el malestar corporal pasan a ser el destino para la mayoría de los casados”.
Dicho lo cual podríamos preguntarnos, junto con la mayoría de los que acuden a nuestra consulta: ¿Es posible encontrar una solución al decaimiento del amor o el deseo en la vida conyugal?
¿Qué debe hacer una pareja para mantener su vida erótica y no caer en el divorcio, el hastío o la poligamia, entre las respuestas más frecuentes?
Intentaremos responder en primer lugar haciendo una primera aclaración: que la pareja moderna como la de antaño se encuentra ante la misma antinomia, que es la de cómo construir una historia duradera, sobre el amor y el deseo, que como todo lo humano son forzosamente efímeros.
Las salidas o soluciones hasta ahora planteadas son frágiles y renovables como veremos al ritmo de la época o del mercado.
Ya en 1929, el filósofo Bertrand Russell, propuso una “solución” racional al problema de la pareja. En su libro “Matrimonio y la moral”[3], propone cortar lo que el romanticismo había querido reconciliar: la pareja y el Eros.
Para Russel la razón de ser de la pareja reside en el hecho de educar a los hijos. “El matrimonio es una asociación destinada a durar el tiempo de la juventud de los hijos” escribe.
Y el divorcio siempre es posible pero sin faltar a los deberes parentales. Mientras sea posible preservar esos deberes los cónyuges pueden asimismo acordarse mutuamente la libertad del adulterio haciendo una vigorosa defensa de las relaciones extraconyugales.
La gran novedad en este planteo es que las mujeres no son excluidas de este “derecho” y que la cosa no puede funcionar sino a condición de reprimir los celos, ese “plus” que como sabemos está presente en casi toda relación en donde entre a jugar un tercero.
Sartre y Simone de Beauvoir tenían un pacto similar, el de ellos era un amor necesario, que no excluía los contingentes.
Como podemos advertir el acuerdo de Russell intenta favorecer a todas las partes: la pareja es consolidada en cuanto a su durabilidad, los niños son preservados de los peligros de los sentimientos de los padres y el deseo es librado a su naturaleza vagabunda.
Si uno analiza la solución lógica de Russell o sea que las aventuras exteriores no deben considerarse un hecho grave porque no tienen consecuencias, hay que renunciar al mandato que la religión del amor tiene de aplastante, para otorgarle pleno derecho a la realidad errática del deseo.
Por otro lado, sabemos sin embargo que Russell sostuvo que el verdadero amor existe pero fuera del matrimonio.
Dos siglos antes que él, Rousseau[4] hacía la apuesta inversa, aquella de un amor único. En lugar de tener en cuenta la división del deseo, incluso la duplicidad de la vida erótica, quiere creer en la verdad de un encuentro amoroso.
Opuesto al divorcio, Rousseau se presenta en “Las confesiones” escritas entre 1765 y 1770, como un hombre de un solo amor, amor desgraciado por otra parte (el suyo por madame d’Houdetot), pero que no le impidió edificar un culto del amor único.
En comparación con estos pensamientos así tan sucintamente expresados, nosotros ¿cómo podríamos definirnos, hoy?
Como unos “románticos descreídos”, porque el amor intenta ser nuestra piedra angular, pero también anticipamos su fragilidad. No queremos nada más, pero no creemos en eso que queremos.
Esta desconfianza va ligada seguramente a la importancia que otorgamos a la sexualidad.
Pero volviendo a las respuestas a nuestra pregunta del inicio, por un lado podemos constatar que el adulterio, la infidelidad, o los celos se plantean a todas las parejas, ya sea que pasen al acto o no. Lo que resulta en todo caso interesante de estos planteos de Russell, Rousseau, Sartre o Bouvoir, o de las revistas femeninas que toman sus argumentos, es que lo presenten como una solución.
A medida que nos adentramos en el análisis del tema se hace más patente que no es tan fácil encontrar un remedio o que todo remedio es a su vez un Poison como en La farmacia de Platón[5].
Pero sigamos intentando exponer nuestros argumentos, tan diferentes a los de los psicoterapeutas por otra parte, que intentan hacernos creer al respecto que sí hay una solución.
Tal vez la característica más remarcable de la pareja hoy sea la pluralidad.
Hay quienes buscan la completud esencial del amor de a dos, basados en el mito de Aristófanes[6], según el cual cada uno busca a la otra mitad de sí mismo.Ellos tienden a formar parejas que se comprometen y apuestan a la fidelidad a ese amor, profundizando el placer de ser dos sobre el gusto por la diversidad.
También están quienes no creen más en una bella historia contada por los mitos y afirman que toda unión es el fruto del azar o de una atracción momentánea o aun de un determinismo cultural.
Y quienes sostienen que si magnificamos tanto la vida en pareja es porque tratamos de evitar nuestra soledad esencial, entonces se preguntan para qué buscar esta muleta provisoria que sería la pareja y apuestan a la soltería e incluso se comprometen en fuertes luchas contra el deseo de unión o casamiento, con el riesgo de caer en una rutina de seducción-separación que puede tornarse tan molesta y deprimente como la vida en pareja de la que intentan escapar.
También tenemos que tener presente que las costumbres van cambiando como dijimos, antes uno era casado o soltero, no había más que esas dos posibilidades, lo que posiblemente no tornaba ni al matrimonio ni a la soltería tan atractivos en sí mismo.
Hoy las personas se implican en experiencias poli amorosas (como se las llama) intentando que la cosa funcione. Pero como sabemos no podemos tener esperanzas ya que en las distintas maneras que se inventan para “solucionar” ese desencuentro, desde el génesis hasta la actualidad, verificamos un error, el de desconocer que la sexualidad humana está marcada por una falla instalada por el lenguaje, que es por otra parte lo que nos diferencia de los otros seres sexuados.
Quiero decir algo que tal vez sea obvio pero que es conveniente recordar, que respecto de la sexualidad o del deseo, que es lo mismo, los seres humanos debemos arreglárnosla a partir de lo que nos será transmitido por medio del discurso de quienes estuvieron a nuestro cuidado y que será ese “material inconsciente” el que se transformará en la guía que nos hará interesarnos o rechazar a alguien.
La cupla esconde por otra parte una gran paradoja: el apego a la misma.
Los que están solos buscan un “alma gemela” con quien compartir la existencia. Los homosexuales reclamaron y consiguieron su derecho al matrimonio. Vemos que hay una insistencia a vivir en pareja que puede ser la unión de dos hombres, o de dos mujeres, que pueden estar casados o en unión libre…pero que anhelan compartir sus vidas.
La plasticidad e insistencia de estas conformaciones hablan de la vitalidad de este tema y del valor aún vigente de tener un compañero/a, en una época donde el futuro pareciera no importar.
Ahora bien, lo que me interesa transmitir de mi experiencia, más allá de lo expuesto, es que hay un enunciado que encontramos en todo lazo conyugal, que traduce la relación imposible que encontramos en las relaciones amorosas y enlaza el deseo, la demanda y la pulsión en su relación con el objeto a. .
“Te pido/demando que rechaces lo que te ofrezco porque no es eso[7]”
Un hombre viene a consulta. Hace dos años está separado del “amor de su vida”, sin saber cómo resolver el atolladero en el que se encuentra. La mujer, veinte años menor que él, no quiere acceder al vínculo que los dos, luego de vivirlo escondidos y a partir de sus respectivos divorcios, habían soñado. ¡Ahora que no tienen impedimentos!
Me pregunta si es posible que yo los escuche a ambos.
En la siguiente sesión en la que viene con su pareja, me entero que la mujer que él ama no cree en sus promesas, porque -dice- cuando ella estuvo dispuesta él no pudo hacer un corte con sus hijas, que le exigieron que la dejara.
Habiendo pasado dos años de ese tiempo él le ofrece matrimonio. Ella aún está enamorada, pero lo rechaza porque “no es eso” lo que ella quiere ahora, lo que ella quiere… él no podrá “dárselo” porque ya la decepcionó. ¿Cuáles fueron esas decepciones? Otros tantos ofrecimientos no cumplidos por “su cobardía”.
Otro fragmento clínico.
Una mujer solicita mi atención luego de un intento de suicidio. Los motivos manifestados desde la primera entrevista parecían contundentes y habían precipitado su pasaje al acto: Su vida perdió para ella todo interés y sobre todo como mujer, desde el momento en que el marido “elige” irse de viaje con un amigo (sic). En el breve lapso de internación que precede al tratamiento analítico, traba relación con una mujer a la que admira por que había “decidido” divorciarse y mantener relaciones con mujeres.
Cuando el marido regresa del viaje (de una semana en una playa Asiática) me pide que los escuche a ambos, para tomar una decisión que ya estaba tomada, al menos para ella.
El se presenta como un hombre sumiso que intentó revelarse haciendo un viaje de hombres y estaba dispuesto a cualquier cosa con tal de no separarse de su esposa a quién amaba con locura.
Los caminos del deseo no siempre coinciden…en la entrevista que tienen en pareja se animan a decirse que nunca habían gozado sexualmente, por eso él había elegido ese destino turístico en donde pudo encontrarse con verdaderas mujeres, y ella había decidido, a partir de ese momento, probar nuevas experiencias no sólo heterosexuales.
En los diálogos mantenidos con éstas como con toda pareja que nos consulte, estará presente este nudo entre oferta, demanda y rechazo.
Es claro que el interés por la afirmación que reza el no es eso no reside en la constatación de que no es eso lo que se ofrece, ni lo que se demanda, sino que lo que debe interesarnos es que lo imposible viene a ubicarse por estructura en el corazón de los enunciados de toda pareja y la causa del no es eso - que como dijimos es el objeto a- se deslizará en los diferentes argumentos, si nos aplicamos a escucharlos sin necesariamente detenernos en ellos.
Enigmática y dicha a medias, a través de la interpretación, las palabras del analista poco pueden prometer la felicidad o el acuerdo. Sin embargo, esta circunstancia no quiere decir que deje de responder.
Quizá se trate en estas como en otras intervenciones clínicas, de apostar más a la invención que a la cura.
Patricia Cuestas
[1] Cuestas, Patricia. Clínica de la vida conyugal. Malestar, síntomas e invención. Buenos Aires, Letra Viva Editora 2012. Prólogo Marcel Czermak. Pág.9. (Las bastardillas son mías.)
[2] Freud, Sigmund. La moral sexual cultural y la sexualidad moderna. En Obras completas, Buenos Aires. Tomo XI Editorial Amorrurtu 1976.
[3]Rusell, Bertrand. Matrimonio y Moral. Editor Cátedra 2001.
4 Rousseau, Jean-Jacques. Las confesiones. Madrid,Editorial Alianza 1997.
5 Derrida, Jacques. “La farmacia de Platón” en la Diseminación, Madrid, Espiral/ensayo 1975
6 Platón .El banquete. Madrid, Editorial Edaf 2006.
[7] Lacan, Jacques. Seminario Ou pire… Inédito. Clase del 9 de febrero de 1972.
Hay una versión reciente de este Seminario publicada con el establecimiento de J A Miller. Editorial Paidós, en cuya versión la frase tiene una traducción diferente.