Carencias en la transmisión sociocultural, dificultad en la estructuración subjetiva de niños y adolescentes de sectores marginales
A la interrogación sobre lalengua en el mundo, abierta en este espacio, intentaremos aportar una breve contribución. Cabe precisar que utilizaremos el término lalengua, así como los otros conceptos lacanianos de la manera como los entendemos, tomando en cuenta que no existe unanimidad al respecto.
Lalengua es uno de estos conceptos furtivos, nacido de un lapsus linguae de Lacan[1], del cual brota significaciones insospechadas y sentidos inéditos, que permiten entreabrir campos nuevos. En las líneas siguientes, nos interrogaremos sobre lalengua y la lengua, no en función de ‘los continentes y las culturas’, o por una región del mundo, sino respecto a los seres humanos que han sido relegados fuera de estos espacios. El mundo de la posmodernidad, de la desreglamentación y de la exclusión, ha creado situaciones inhabituales, como la de personas que viven al margen de una sociocultura, o sea, apartados de una cultura organizada alrededor de valores simbólicos compartidos. Precisamente, son a aquellos hombres y mujeres excluidos de un verdadero lazo social y de una comunidad cultural, con carencias en el registro de lo Simbólico y distorsiones en relación con el lenguaje, que nos interesaremos.
La herencia simbólica y su transmisión. Como punto de partida, vale la pena aclarar algunos aspectos en referencia a lo Simbólico. La dimensión de lo Simbólico se caracteriza por reunir todo lo que es objeto de transmisión, el lenguaje y la cultura, elementos esenciales para la socialización del sujeto humano y el dominio de las relaciones interhumanas y del sistema de intercambios que ordena una sociedad. Además es en función del registro simbólico que el sujeto no solo se sitúa como parte del grupo sino también actúa en nombre propio desde una posición determinada. Empero, si bien lo Simbólico escribe el texto de toda vida en sociedad y posibilita las relaciones con los semejantes, no es innato; es una herencia que las generaciones deben transmitirse las unas a las otras; y a falta de este pase, muere el pueblo que la abrigaba.
En síntesis, la esencia de cada sociocultura está constituida por su estructura simbólica que le da su rostro específico, determinante en la construcción del sujeto y en la posibilidad de convivencia con los otros. Sin embargo, para que se dé el proceso de sujeción e integración a la sociedad, es necesario que el ser humano no solo haya recibido esta herencia cultural sino que le haya sido dada de manera personalizada. En efecto, el hijo del hombre se humaniza gracias a las palabras –habladas pero también expresadas por gestos significativos- que le son dirigidas, en primer lugar por su madre, y luego por su padre y su entorno, palabras de las cuales se apropia paulatinamente. Y gracias a su arropamiento con el lenguaje y las costumbres, su Inconsciente se estructura y el niño se construye como sujeto.
Lo que nos interesa aquí, es analizar lo que pasa con este sujeto en construcción, cuando el proceso de transmisión de la herencia simbólica está trabado o interrumpido, o sea lo que ocurre cuando el niño –y/o sus padres- se encuentra privado de una inclusión sociocultural, un fenómeno excepcional hace un siglo, pero al cual cada vez más gente está abocada, a falta de una inserción simbólica en una sociedad dada.
Marginalización sociocultural. Nos referimos a los que se pueden llamar con mucha pertinencia los marginales, porque viven –o sobreviven- ‘al margen de’, al margen del poder político, al margen de las decisiones, económicas, sociales, culturales; a menudo no tienen papeles, a veces no tienen apellidos, solo apodos en lugar de nombres. Son los desheredados de las civilizaciones. Es el caso típico de los chicos de la calle, un sector de la población muy presente en los países del otrora llamado ‘tercer mundo’, pero también de los migrantes que viven fuera de una inscripción sociocultural verdadera, imposibilitada por las circunstancias de absoluta precariedad en las cuales se crían, de los mendigos, o de los desplazados por las violencias bélicas, cuando el significante ‘refugiado’ poco a poco diluye las palabras que les servían para nombrar a su pueblo de origen y su organización cultural. El denominador común en este contexto, es la fragilización, la desaparición, o incluso la inexistencia de una identidad sociocultural, imprescindible para que un sujeto pueda asumir un lugar propio en el tablero del mundo, a partir de referencias éticas[2] dentro de una tradición religiosa, étnica, u otra…
En suma, en la medida que la dimensión de lo Simbólico preside a cada cultura articulada alrededor de sus características idiomáticas y su cosmovisión específica, y además, si se toma en cuenta que el Inconsciente es consecuencia del hablar, conviene preguntarse cómo el desmantelamiento sociocultural afecta a la estructuración subjetiva, así como a las formaciones del Inconsciente, esenciales para la vida anímica.
Sin embargo, hay que distinguir por una parte entre los adultos ya estructurados psíquicamente, si bien excluidos de su sociocultura, por ejemplo a raíz de un desplazamiento forzoso, y, por la otra, los niños y adolescentes que crecen fuera de una integración en una comunidad organizada alrededor de las modalidades específicas del gran Otro y de su tesoro de significantes. En estas circunstancias, se puede vislumbrar fácilmente algunos problemas en la formación /Bildung/ del pequeño sujeto que vive en un entorno de escasez a la vez material y cultural, con efectos no solo reales e imaginarios sino muy en especial en relación con el legado simbólico del cual debería ser beneficiario todo ser humano. Son sus dificultades específicas, generadas por las carencias de lo Simbólico en su entorno, y en particular lo que pasa con lalengua y el proceso de construcción psíquica,que intentaremos dilucidar a continuación, o por lo menos puntualizar.
Una lengua incierta, una cultura hecha de retazos. La herencia simbólica tiene dos facetas complementarias, la una remite a la esencia de la lengua y de la cultura como texto organizado[3] que la subtiende, la otra tiene que ver con su transmisión. Ninguna lengua natural está compuesta por una mera acumulación de fonemas y palabras, sino por la paulatina construcción de un sistema lingüístico complejo, estructurado a partir de unos principios básicos que permiten luego una creación prácticamente ilimitada de oraciones. En circunstancias normales, es decir cuando el infante pertenece a un grupo sociocultural, muy rápidamente empieza a entender las reglas de producción de los discursos, a pesar de no tener el más mínimo conocimiento gramatical o semántico. Ocurre lo mismo con la cultura en el seno de la cual está creciendo, y que le moldeará, con sus ritmos[4], por las formas y usos de la negación, o por la manera de expresar sus emociones, entre otros.
Para un niño de sector marginal, cuya madre tiene un vocabulario limitado y escasos conocimientos gramaticales, es evidente que su adquisición del lenguaje vaya a ser parcial y entorpecida, en el sentido de no facilitarle la producción de nuevos mensajes, menos aun su capacidad creativa. De modo que después de la primera infancia, el proceso de escolarización se verá muy dificultado por carencias al nivel de lo que se puede llamar con Gibello[5], los continentes del pensamiento, no por falta de inteligencia sino sencillamente porque no se le fue enseñado, con el efecto de grandes trabas para insertarse en un aprendizaje normal sin ayudas pedagógicas especiales[6].
Empero estas dificultades solo representan una pequeña parte de los problemas; los más graves provienen de la ausencia de una verdadera estructura familiar que ampare a estos niños durante su infancia y adolescencia en el seno de una sociocultura valorada. Una breve mirada fenomenológica a los supuestos agentes transmisores de la lengua y la cultura, es decir las figuras materna y paterna, será el paso previo a una interrogación sobre lalengua y las consecuencias de la deficiencia de la función simbólica en el desarrollo subjetivo del niño.
Una madre ‘rústica’, un padre desprestigiado o ignorado. Aunque el vocablo suene fuerte, ‘rústico’ parece lo más adecuado para referirse a muchas madres de la marginalidad, siempre y cuando lo utilicemos en su sentido jurídico, o sea un atenuante, que significa que la persona desconoce ciertos elementos de la Ley porque nunca los aprendió[7]. En efecto, estas mujeres son personas que viven, o que se encuentran por algún motivo, fuera del orden social dominante; por lo general, son invisibles en el escenario del mundo de ahora y no tienen ningún poder, ni siquiera sobre sus propios hijos. Son personas que se dedican a tareas muy humildes, como recoger cartones o vender caramelos en la calle. Por ende, no están en condición de transmitir a sus hijos más que retazos de cultura y palabras sueltas, insuficientes para tejer la trama de historias, relatos y cuentos. A menudo, son buenas madres con su bebé, con mucho cariño; la vinculación materno-infantil es de orden esencialmente afectivo, a través de gestos de ternura y cariño, aunque no mediado por palabras; y por lo general, el hijo mantiene con ella una relación fuerte a lo largo de su vida. Pero estas mujeres no tienen los medios para apoderarse de su herencia simbólica y donarla a sus hijos, ya que ellas mismas han sido despojadas de todo tipo de bienes socioculturales, situación muy difícil de imaginar por parte de gente que vive con todas las comodidades del mundo posmoderno.
En cuanto a la función paterna, lo más común es que no haya nadie que ocupe el lugar que le correspondería en circunstancias normales. A menudo las parejas de esas madres, tienen el rol de proveedores y fluctúan en el curso del tiempo, pero no suele existir una relación estable entre padre y madre. O bien, aunque menos frecuente, se observa al lado de la madre, la presencia de un padre desvalorizado, cuya voz no se oye; el padre temible es una excepción. Repitamos la frase de este joven sicario colombiano: “Mi madre, una santa, mi padre, cualquier hijo de puta”[8]. En este contexto de desestructuración familiar, aunque exista, el registro simbólico es sumamente deficitario y los recursos verbales, pocos.
En el seminario sobre El saber del psicoanalista, en el cual forja la palabra lalengua, Lacan observa que no remite al diccionario, relacionado con la poesía y la invención, ni a la retórica o la persuasión. A cambio, dice: “El Inconsciente tiene que ver primero con la gramática, tiene también un poco que ver, mucho que ver, todo que ver con la repetición, es decir la vertiente contraria a lo que sirve un diccionario”[9], de modo que se puede entender que lalengua se vincula primordialmente con la sintaxis, la contigüidad y la metonimia. Y aunque no es poesía, se puede pensar que por lo menos, es el preámbulo de la poesía.[10]
En la misma lección, Lacan añade un poco más adelante: “La vertiente útil en la función de lalengua, la vertiente útil para nosotros psicoanalistas, para todos los que tienen que ver con el Inconsciente, es la lógica”, y de ahí se pone a discutir sobre el saber del Inconsciente, otro aspecto de lalengua ligado a la lógica y a la cuestión del saber materno. Por su naturaleza, los significantes se articulan con otros significantes, pero no de cualquier manera; es la cadena significante, construida según leyes propias a cada idioma, que apunta al sentido. Es esta trama de lenguaje que sirve de lienzo a las líneas de fuerza culturales de la sociedad y en este sentido, se vincula también a la cosmovisión propia a un pueblo, sus valores esenciales, sus criterios respecto al bien y al mal, sus creencias. En este contexto, podemos entender que Lacan cuando menciona la lógica, más precisamente la lógica del Inconsciente, en relación con lalengua, apunta a todo un proceso de adquisición de la lógica que organiza una sociocultura, una lógica que depende de un aprendizaje y de una transmisión.
Ahí se sitúa uno de los grandes escollos encontrados por los jóvenes de la marginalidad en su construcción subjetiva. Aunque por lo general no carecen de lazos afectivos fuertes con su madre, o con alguna hermana mayor que ocupa su lugar, no tienen la posibilidad de afianzar el desarrollo de su psiquismo en el plan de las palabras. Por ende, muchas argollas de la cadena significante son defectuosas o inexistentes; las palabras tienen valores aproximativos, la gramática carece de rigor y no ofrece un abanico de posibilidades para matizar el decir. En estas circunstancias, la dimensión de lo Simbólico no forma un texto en sí sino que tiene parches de orden imaginario para compensar los vacíos inevitables.
Otra dificultad surge de la falta de estabilidad experimentada durante la primera infancia, ya que las madres de estos niños, han tenido que inventarse la vida día a día, con espacios cambiantes y tiempos variables, por lo que el Fort Da, o sea la capacitad de dominar paulatinamente al entorno, construyendo una representación abstracta del mundo por medio de palabras y de una repetición secuencial, no deja de ser muy relativo. De modo que el saber inconsciente no está sostenido por la trama de una estructura y carece del resguardo de una tradición, contrariamente a lo que ocurre cuando la madre se siente parte de una comunidad sociocultural.
Además, a falta de una referencia a un Nombre-del-Padre, punto de anclaje de lo Simbólico, este saber inconsciente carece de consistencia; por lo que la Ley no está introyectada sino plasmada en figuras reales de autoridad y de fuerza – de ahí, el papel muy especial de la policía para el adolescente marginal. En cuanto a la estructuración edípica, queda estancada en una relación exclusiva con una madre, figura inamovible, y, más que con el falo, con un órgano muy imaginario y la tendencia a la mostración de las insignias de virilidad, mientras que el padre, siempre y cuando haya alguien que así se nombre, queda en posición de zángano inútil si no provee algo de dinero.
Ni perversión, a falta del juego típico entre madre y padre: Quién es quién? Quién lo tiene de verdad? Con su dialéctica de desmentida. Ni psicosis, ya que tampoco hay un proceso de forclusión, porque simplemente no hay Nombre-del-Padre.
Nuevos interrogantes. Hemos resaltado unos elementos en el proceso de estructuración psíquica de los niños cuando crecen en un medio precario y adverso, marcado por carencias en el registro simbólico. Terminaremos mencionando unos elementos de su subjetividad y comportamiento que parecen resultar de la fragilidad de lalengua en su Inconsciente.
En primer lugar, se observa una sobredimensión de lo que se podría llamar un Real-Imaginario, en la búsqueda de soluciones prácticas frente a los obstáculos del diario vivir. Por ejemplo, las conductas de intimidación con alternancia de momentos de inercia y abulia, de impulsividad y apatía, muestran una subjetividad que no se ha construido en torno al juego metafórico de las palabras.[11] Por otro lado, existe una profunda dificultad para una inscripción personal en el escenario del mundo, por la no referencia a un Nombre-del-Padre, ni tampoco a un Ideal del Yo, lo que se nota en incertidumbres en cuanto a la identidad simbólica y una acentuación de sus aspectos imaginarios, ligados a la apariencia.[12] Además, el sujeto se encuentra en un impase en relación con la vectorización de su vida, y le resulta complicado proyectarse en un futuro; lo que se puede explicar por la ausencia de un discurso estructurado que sirva de trasfondo a sus gestos y actuares. En el mejor de los casos, la astucia, o sea la habilidad imaginaria para inventar soluciones, es lo que le permite organizarse en la vida.
De manera general, las funciones esenciales del gran Otro[13], se ven alteradas por la carencia de transmisión del lenguaje y la cultura, por lo que queda plasmado en una figura de autoridad violenta, arrinconada en un lugar inaccesible sin mediaciones. En estas condiciones, uno se puede preguntar quién enuncia la prohibición del incesto y del asesinato? Qué es del superyó? Y en la medida que tampoco cumple con su papel de creador de alteridad como Otro del uno, la cuestión de la sexuación, de la sexualidad y de la relación con los otros, se plantea de manera aguda.[14]
En fin de cuenta, levantar la cuestión de lalengua y de las carencias simbólicasen el contexto de la marginalidad, nos ha llevado a más interrogantes que respuestas. Sin embargo, esperamos ofrecer un primer intento de acercamiento a una problemática, no solo grave y compleja, sino cada vez menos exclusiva de niños y adolescentes del tercer mundo, una situación cada vez más presente también en países desarrollados, aunque no se suele tomarla en cuenta.[15]
Marie-Astrid Dupret
[1] J. Lacan, Seminario El saber del psicoanalista, lección del 4 / 11 / 1971.
[2] Utilizamos la palabra ‘ética’ en un sentido amplio, en relación con la organización del comportamiento dentro de un marco cultural preciso.
[3] Pierre Legendre (2001), De la Société comme Texte, Paris, Fayard.
[4]Pensamos en uno texto de Jean Bergès (1980), “Troubles psychomoteurs et relaxation chez l’enfant”, Psychologie médicale #12: 1514-1520.
[5] B. Gibello (1978), “Perturbations des fonctions cognitives des adolescents et marginalité”, Revue de neuro-psychiatire infantile, 26 (12) : 627-635.
[6]M.-A. Dupret (2014), “La desarmonía cognitiva, un obstáculo para el proceso educativo de niños de sectores marginales”. Memoria académica del Congreso Nacional de Pedagogía Don Bosco: Reflexiones, experiencias y desafíos, Quito, Abya-Yala, pp.85-94.
[7] La Ley Universal de Prohibición del Incesto, no es innata y por ende debe ser objeto de enseñanza.
[8] Laura Restrepo (1990), “Matar en Colombia se ha convertido en un juego de niños”, Cambio 16, 9 de avril 1990.
[9] Lección del 4/11/1971.
[10]Pensamos en los estudios de Jakobson sobre la poesía rusa y la importancia de la aliteración: R. Jakobson (1975), Ensayos de lingüística general, México, Seix Barral.
[11] Lacan, en el Seminario sobre el deseo, nota la presencia de actitudes “de prestancia y sumisión” en relación con “la experiencia del semejante en cuanto mirada, dónde pone en juego un cierto número de relaciones imaginarias” (lección del 12/11/1958).
[12] Tratamos algo de esta problemática en M.-A. Dupret (2014), “Caleidoscopio de identificaciones y desolación de la identidad”, Ecuador Debate 91, pp. 67-78.
[13] Ver M.-A. Dupret y J. Sánchez Parga (2013), Teorías críticas del sujeto, Quito, Abya-Yala, p.30-34..
[14]Una investigación sobre la sexualidad fuera de una sociocultura estructurada, permitiría un mejor abordaje de los actos de violación, incesto y abuso sexual, muy frecuentes en los contextos de precariedad.
[15] Cuando hace poco, se propuso la introducción de cursos de ética en los colegios franceses, alguien comentó que uno de diez alumnos no estaría en condición de ‘entender’ el curso por falta de vocabulario.